martes, 11 de septiembre de 2012

LA ESCUELA PITAGÓRICA

LA ESCUELA PITAGÓRICA

Pitágoras fue sin duda alguna uno de los filósofos más importantes, dentro de la propia, valga la redundancia, filosofía griega, cuyas doctrinas influyeron sobre manera en uno de nuestros protagonistas más habituales, Platón. Nacido en la isla de Samos, aproximadamente en el año 582 a.C., fue instruido. bajo las doctrinas diversas de personajes tan importantes como Anaximandro entre otros. Aproximadamente hacia el año 530 a.C., decidió instalarse en una colonia de origen griego que recibía el nombre de Crotona, lugar importante donde llegó a fundar un movimiento con ciertos tintes de carácter únicamente religiosos, filosóficos e incluso políticos. Y es que, con su escuela, Pitágoras fue el primero en destacar la gran diferencia existente en la importancia de la forma sobre la materia, al tratar de explicar la propia estructura material, esa misma estructura de las formas.
El filósofo griego Pitágoras

ESCUELA ITÁLICA O PITAGÓRICA

Llámase itálica esta escuela por haber tenido su asiento en Italia, o sea en aquella parte de la península itálica que se apellidó antiguamente Gran Grecia, a causa de las muchas ciudades que allí fundaron los griegos. La denominación de pitagórica le viene de su fundador Pitágoras, filósofo muy celebrado en la antigüedad, acerca del cual se ha escrito mucho en tiempos antiguos y modernos, sin que esos escritos hayan logrado disipar la oscuridad y las dudas que existen acerca de sus hechos y doctrina. Consiste esto en que no poseemos escritos que lleven el sello de indudable autenticidad con respecto a Pitágoras, ni siquiera con respecto a sus primeros discípulos. Aun admitida la autenticidad de losFragmentos de Filolao, autenticidad que no pocos críticos, o rechazan, o ponen en tela de juicio, es preciso tener presente que este filósofo floreció casi un siglo después de Pitágoras. Ni los famosos Versos áureos, ni los escritos que se atribuyen a Timeo de Locres, a Arquitas y a Ocelo de Lucania, poseen la autenticidad necesaria para servir de guía segura en la materia.
 De aquí es que, como observa oportunamente Nourrison, «no existe en la primera antigüedad personaje menos conocido y a la vez más popular que Pitágoras. Su nombre despierta en todos los espíritus la idea de la metempsicosis, al mismo tiempo que trae a la memoria el precepto que prohíbe comer carne de animales. Los siglos todos han rendido brillantes homenajes a su memoria. Platón y Aristóteles acatan su gran sabiduría. Al declinar el paganismo, Porfirio y Jámblico oponen su nombre como una respuesta y un apoyo a las nuevas creencias que lo invaden todo. El Cardenal Nicolás de Cusa, en el siglo XV, y Jordano Bruno en el siguiente, adoptan y propagan sus enseñanzas. Leibnitz descubre en su doctrina la substancia más pura y sólida de la Filosofía de los antiguos 
Sea de esto lo que quiera, y concediendo desde luego que la escuela pitagórica lleva en su seno oscuridad, dudas e incertidumbre en orden al sentido concreto de sus doctrinas y teorías, no es menos indudable que representa y significa cierto progreso respecto de la escuela jónica, y que entraña una fase nueva en el planteamiento del problema filosófico durante el primer período de la Filosofía griega. La escuela jónica había planteado y resuelto en el terreno material, sensible y contingente el problema cosmológico,—el cual coincide con el problema filosófico durante el período antesocrático,— y sus especulaciones hallábanse limitadas y circunscritas al mundo externo, sin que el hombre y Dios, sin que la psicología, la moral y la teodicea llamaran su atención. La escuela itálica eleva el problema cosmológico desde el terreno puramente material y sensible, al terreno matemático, dándole un aspecto más racional y profundo, un modo de ser más universal y más científico.
Como resultado y consecuencia de este modo superior de plantear y resolver el problema filosófico de la época, la escuela itálica se separa también y se eleva sobre la jónica por la universalidad de sus soluciones, formulando una especie de sistema relativamente filosófico, general y complejo, en el cual, al lado de las nociones cosmogónicas, aparecen ideas y nociones relacionadas con la psicología, la moral y la teodicea, por más que estas ideas son por extremo confusas, incompletas, y, sobretodo, poco científicas. Porque la verdad es que estas ideas, en su mayor parte, traen su origen, no de la especulación filosófica, sino de las tradiciones religiosas y de la enseñanza hierática en que se inspiró probablemente el fundador de esta escuela, gracias a sus viajes por el Egipto. Así es que algunos han considerado la doctrina o Filosofía de la escuela itálica como una concepción sincrética resultante de la amalgama y combinación del elemento griego con el elemento oriental, apreciación que no carece de fundamento, como veremos después, si se tienen en cuenta ciertas opiniones y teorías de los pitagóricos. Esta amalgama de tradiciones hieráticas y de ideas filosóficas, la exposición de estas últimas por medio de reminiscencias mitológicas, y, sobre todo, el abuso de las fórmulas matemáticas, representan los defectos capitales, o, al menos, los más universales y característicos de la escuela fundada por:

PITÁGORAS

Descartando, en lo posible, las fábulas de que éste ha sido objeto, depurando la tradición histórico-filosófica, y ateniéndonos principalmente a los datos y noticias que hallamos en las obras de Platón y de Aristóteles, podemos afirmar y establecer con bastante seguridad que Pitágoras nació en Samos, por los años 582 antes de la era cristiana; que después de haber oído las lecciones de Tales de Mileto, en opinión de algunos, y según la más probable de otros, las de Ferécides y Anaximandro, viajó por el Egipto, la Persia y hasta por la India y la China, según pretenden algunos, estudiando la Filosofía y las ciencias de estos pueblos, e iniciándose en sus misterios religiosos; y que no queriendo o no pudiendo fundar escuela en su patria, tiranizada por Polícrates, pasó a Italia, y se estableció en Crotona.
Fundó y organizó en esta ciudad una escuela, o, mejor dicho, una sociedad, que, siendo a la vez filosófica, política y religiosa, adquirió gran celebridad y hasta parece que ejerció notable y decisiva influencia en las vicisitudes políticas de las principales ciudades de la Grande Grecia. Es indudable que en la escuela de Pitágoras, además de la doctrina exotérica o pública y general, había otra esotérica, cuya iniciación se concedía sólo a los privilegiados, después de pasar por varias pruebas y purificaciones establecidas al efecto. Lo que no se sabe, ni es fácil averiguar, es lo que constituía el objeto propio de la iniciación, dudándose si ésta abrazaba verdades y doctrinas propiamente filosóficas, o si su objeto era puramente político-moral, y aun religioso. Esto último parece lo más probable, si se tienen en cuenta las prácticas que historiadores antiguos y modernos suelen atribuir a los pitagóricos iniciados en el secreto de la escuela, prácticas entre las cuales se enumeran, además de un reglamento minucioso para las ocupaciones diarias, la comunidad de bienes, vestirse de lino, no comer carne, abstenerse de todo sacrificio sangriento, no faltando quien les atribuya también la observancia del celibato. Krische, que trató exprofeso esta cuestión en su tratadoDe societate a Pythagora condita, opina con bastante fundamento que el objeto o fin principal de Pitágoras, al establecer y organizar su sociedad, fue político (societatis scopus fuit mere politicus), sin perjuicio de proponerse la moral y el cultivo de las letras, como fines secundarios y medios conducentes al logro del objeto principal o político: Cum summo hoc scopo duo conjuncti fuerunt, moralis alter, alter ad litteras spectans.
Dícese que Pitágoras, antes de recibir a un discípulo en su escuela, examinaba con cuidado sus rasgos fisonómicos; que aquél quedaba obligado a guardar silencio por espacio de mucho tiempo; que le sujetaba a perfecta obediencia y a otras pruebas más o menos rigurosas. Lo que sí parece indudable, es que en la escuela pitagórica había variedad de grados, y clasificaciones correspondientes para los discípulos. No lo es tanto la prohibición de comer habas y carne, que en leyendas y tradiciones se atribuye al filósofo de Samos, según queda apuntado. Aristoxeno afirma que Pitágoras, lejos de prohibir, recomendaba la comida de las primeras, y, por lo que hace a la comida de carnes, Aristóteles supone que la prohibición sólo se refería a ciertas partes de los animales.
La escuela o asociación fundada y regida por Pitágoras en Clotona, tomó parte activa en las cuestiones políticas, y aun parece que llegó a adquirir notable influencia sobre las colonias griegas del país. Esto dio ocasión a que la asociación fuera perseguida y dispersada, y hasta se supone que acarreó la muerte a Pitágoras. Cuéntase, en efecto, que los habitantes de Crotona, impulsados por los pitagóricos, y mandados por uno de éstos, llamado Milón, guerrearon contra los sibaritas, o, mejor dicho, contra el partido democrático de Sibaris, y en favor del aristocrático, perseguido por el tirano Thelis. Vencidos los sibaritas y destruida la ciudad por los de Crotona, surgieron disgustos y reyertas entre los vencedores con motivo del reparto del botín. El partido popular o democrático, acaudillado por Cilón, enemigo de los pitagóricos, acometió a éstos, reunidos en casa de Milón, degolló a muchos de ellos, obligando a los demás a huir y refugiarse en varias ciudades, y entre estos a Pitágoras, que, refugiado en Metaponte, falleció allí, no se sabe si de muerte natural o violenta, siendo más probable lo último, pues la persecución contra su escuela se propagó desde Crotona a otras ciudades de la Italia. Cicerón cuenta que en Metaponte le enseñaron el sitio donde había sucumbido Pitágoras. Como suele acontecer en estos casos, su memoria fue muy venerada en las colonias griegas de Italia por los descendientes de los mismos que fueron causa de su muerte y maltrataron a sus discípulos.


DISCÍPULOS DE PITÁGORAS



La oscuridad y dudas que reinan acerca de Pitágoras, reinan igualmente acerca de sus discípulos. Ante todo, conviene advertir que hay muchos que, llevando el nombre depitagóricos, no deben ni pueden ser contados entre los discípulos de Pitágoras como filósofo. En los últimos siglos del paganismo greco-romano y en los primeros del Cristianismo, aparecieron en escena no pocos de los apellidados filósofos pitagóricos, los cuales apenas tenían de tales más que el nombre. Amalgamando algunas ideas vagas y algunas tradiciones más o menos legendarias de su escuela y de las antiguas asociaciones pitagóricas, con mitos orientales, con los misterios e iniciaciones de las divinidades paganas, con la magia y operaciones cabalísticas, se presentaban al pueblo, cuya credulidad y superstición explotaban, como poseedores de una ciencia oculta, misteriosa y divina, que de todo tenía menos de filosófica, toda vez que, en lugar de especulaciones y máximas científicas, sólo poseían y hacían alarde de fórmulas cabalísticas, operaciones mágicas y comunicaciones teúrgicas. Además de otros nombres menos conocidos, basta citar, como tipos de esta clase de pitagóricos, los de Sotión de Alejandría, Euxeuo de Heráclea, Apolonio de Tyana yAnaxilao de Larisa.
Dejando a un lado estos discípulos espúreos de Pitágoras, y concretándonos a los que difundieron y conservaron con mayor o menor pureza el espíritu y las tradiciones científicas del filósofo de Samos, diremos, con Ritter, que la tradición relativa a los filósofos pitagóricos sólo hacia los tiempos de Sócrates adquiere algún grado de certeza histórica. «Esta certeza, añade el citado historiador de la Filosofía (2), se refiere particularmente a cuatro o cinco hombres, que son FilolaoLysisCliniasEurites y Arquitas. Aristóteles habla de tres de éstos, de Filolao, Eurites y Arquitas; la existencia del primero y la del tercero se halla reconocida en la historia de una manera indudable. En orden a Lysis, sabemos que vivió en Tebas y que fue maestro de Epaminondas; y si lo que se dice acerca de Clinias no es muy cierto, al menos es bastante verosímil.
»Acerca de la época en que vivían estos filósofos, se puede decir que Filolao en Tebas fue el maestro de Sinmias y Cebes, antes que éstos fueran a Atenas a oír las lecciones de Sócrates; que Lysis, poco tiempo después, fue maestro de Epaminondas, y que Arquitas fue contemporáneo de Dionisio el Joven y de Platón. La época en que vivieron los otros se determina por estos datos, puesto que todos tuvieron relaciones entre sí. Hasta me inclino a conceder algún crédito a la tradición que nos dice que Filolao, Clinias, Eurite y también otros, fueron discípulos de Aresas, que había aprendido la Filosofía pitagórica en Italia. En armonía con esta opinión, sería necesario decir que la cultura de la doctrina que llamamos pitagórica, entraña mayor antigüedad, sin que por eso se deba negar que los primeros rudimentos de esta Filosofía habían existido antes de Aresas en el instituto pitagórico. De todos modos, esta Filosofía no nos es conocida sino en el estado en que nos la transmitieron Filolao, Eurite y Arquitas, porque aunque existe un fragmento bajo el nombre de Aresas, su contenido no debe reputarse auténtico.»
«Por otra parte, añade el historiador alemán, Aresas tampoco se dice que haya escrito cosa alguna: hay más aún; existe una antigua tradición, que parece bastante fundada, según la cual, los primeros que publicaron escritos referentes a la Filosofía pitagórica fueron Filolao y sus contemporáneos. De los cinco filósofos arriba mencionados, parece que Lysis y Clinias no escribieron nada para el público.... Por el contrario, de Filolao poseemos algunos fragmentos cuya autenticidad demostró Bœckh. Tampoco puede ponerse en duda que Arquitas dejó muchas obras, por mas que se le hayan atribuido otras que no le pertenecen.»
Además de los cinco pitagóricos aquí citados por Ritter, florecieron después Xenófilode Tracia, FantónDiocles y Polymnasto, cuya patria parece haber sido Phlionte.
Aunque Ritter parece excluir del número de los discípulos de Pitágoras y su escuela aOcelo de Lucania y Timeo de Locres, otros historiadores respetables, y entre ellos Ueberweg, los enumeran entre los partidarios y representantes de la escuela pitagórica (3), añadiendo también los nombres de HipasoHipodamoEpicarmo y algunos otros adeptos más o menos fieles de la doctrina pitagórica.
De lo dicho hasta aquí se desprende que las noticias referentes a los discípulos y representantes genuinos de la escuela pitagórica, no son menos obscuras e inciertas que las que se refieren a la vida del mismo Pitágoras y a la autenticidad de su doctrina; y se desprende igualmente que la escuela pitagórica, considerada en conjunto, nos ofrece tres etapas o fases históricas.
La primera corresponde y se refiere a la vida y doctrina del mismo Pitágoras. La segunda etapa se refiere, no a los discípulos inmediatos y personales, por decirlo así, de Pitágoras, sino a los mediatos, o que florecieron muchos años después, como Filolao y Arquitas. En la tercera etapa están comprendidos todos los neo-pitagóricos que florecieron, ya antes, ya después de la era cristiana.
En orden a la primera fase, puede decirse que carecemos en absoluto de datos y documentos perfectamente auténticos. Aristóteles, a pesar de su exactitud, o, mejor dicho, a causa de su exactitud en citar las opiniones de los demás, expone con frecuencia las de lospitagóricos, pero en ninguna parte afirma que pertenezcan verdaderamente a Pitágoras, ni expone la doctrina propia de éste; lo cual parece indicar que el Estagirita no estaba seguro de que las opiniones y teorías pitagóricas, corrientes en su tiempo, pertenecieran de hecho al fundador de la escuela.
Con respecto a la segunda y tercera fase de la escuela pitagórica, abundan los documentos más o menos auténticos para conocer las opiniones de los representantes respectivos de las mismas, pero sobrecargados y mezclados con multitud de leyendas y tradiciones fabulosas, referentes a Pitágoras y su doctrina. Así es que, como observa Zeller, la tradición acerca del sistema pitagórico y su fundador, crece en detalles a medida que se aleja de la época primitiva a que se refieren; y, por el contrario, a medida que nos acercamos a la época del origen del pitagorismo, la tradición y los detalles enmudecen más y más (4), hasta desaparecer casi por completo.
La oscuridad y dudas que reinan acerca de Pitágoras, reinan igualmente acerca de sus discípulos. Ante todo, conviene advertir que hay muchos que, llevando el nombre depitagóricos, no deben ni pueden ser contados entre los discípulos de Pitágoras como filósofo. En los últimos siglos del paganismo greco-romano y en los primeros del Cristianismo, aparecieron en escena no pocos de los apellidados filósofos pitagóricos, los cuales apenas tenían de tales más que el nombre. Amalgamando algunas ideas vagas y algunas tradiciones más o menos legendarias de su escuela y de las antiguas asociaciones pitagóricas, con mitos orientales, con los misterios e iniciaciones de las divinidades paganas, con la magia y operaciones cabalísticas, se presentaban al pueblo, cuya credulidad y superstición explotaban, como poseedores de una ciencia oculta, misteriosa y divina, que de todo tenía menos de filosófica, toda vez que, en lugar de especulaciones y máximas científicas, sólo poseían y hacían alarde de fórmulas cabalísticas, operaciones mágicas y comunicaciones teúrgicas. Además de otros nombres menos conocidos, basta citar, como tipos de esta clase de pitagóricos, los de Sotión de Alejandría, Euxeuo de Heráclea, Apolonio de Tyana yAnaxilao de Larisa.
Dejando a un lado estos discípulos espúreos de Pitágoras, y concretándonos a los que difundieron y conservaron con mayor o menor pureza el espíritu y las tradiciones científicas del filósofo de Samos, diremos, con Ritter, que la tradición relativa a los filósofos pitagóricos sólo hacia los tiempos de Sócrates adquiere algún grado de certeza histórica. «Esta certeza, añade el citado historiador de la Filosofía (2), se refiere particularmente a cuatro o cinco hombres, que son FilolaoLysisCliniasEurites y Arquitas. Aristóteles habla de tres de éstos, de Filolao, Eurites y Arquitas; la existencia del primero y la del tercero se halla reconocida en la historia de una manera indudable. En orden a Lysis, sabemos que vivió en Tebas y que fue maestro de Epaminondas; y si lo que se dice acerca de Clinias no es muy cierto, al menos es bastante verosímil.
»Acerca de la época en que vivían estos filósofos, se puede decir que Filolao en Tebas fue el maestro de Sinmias y Cebes, antes que éstos fueran a Atenas a oír las lecciones de Sócrates; que Lysis, poco tiempo después, fue maestro de Epaminondas, y que Arquitas fue contemporáneo de Dionisio el Joven y de Platón. La época en que vivieron los otros se determina por estos datos, puesto que todos tuvieron relaciones entre sí. Hasta me inclino a conceder algún crédito a la tradición que nos dice que Filolao, Clinias, Eurite y también otros, fueron discípulos de Aresas, que había aprendido la Filosofía pitagórica en Italia. En armonía con esta opinión, sería necesario decir que la cultura de la doctrina que llamamos pitagórica, entraña mayor antigüedad, sin que por eso se deba negar que los primeros rudimentos de esta Filosofía habían existido antes de Aresas en el instituto pitagórico. De todos modos, esta Filosofía no nos es conocida sino en el estado en que nos la transmitieron Filolao, Eurite y Arquitas, porque aunque existe un fragmento bajo el nombre de Aresas, su contenido no debe reputarse auténtico.»
«Por otra parte, añade el historiador alemán, Aresas tampoco se dice que haya escrito cosa alguna: hay más aún; existe una antigua tradición, que parece bastante fundada, según la cual, los primeros que publicaron escritos referentes a la Filosofía pitagórica fueron Filolao y sus contemporáneos. De los cinco filósofos arriba mencionados, parece que Lysis y Clinias no escribieron nada para el público.... Por el contrario, de Filolao poseemos algunos fragmentos cuya autenticidad demostró Bœckh. Tampoco puede ponerse en duda que Arquitas dejó muchas obras, por mas que se le hayan atribuido otras que no le pertenecen.»
Además de los cinco pitagóricos aquí citados por Ritter, florecieron después Xenófilode Tracia, FantónDiocles y Polymnasto, cuya patria parece haber sido Phlionte.
Aunque Ritter parece excluir del número de los discípulos de Pitágoras y su escuela aOcelo de Lucania y Timeo de Locres, otros historiadores respetables, y entre ellos Ueberweg, los enumeran entre los partidarios y representantes de la escuela pitagórica (3), añadiendo también los nombres de HipasoHipodamoEpicarmo y algunos otros adeptos más o menos fieles de la doctrina pitagórica.
De lo dicho hasta aquí se desprende que las noticias referentes a los discípulos y representantes genuinos de la escuela pitagórica, no son menos obscuras e inciertas que las que se refieren a la vida del mismo Pitágoras y a la autenticidad de su doctrina; y se desprende igualmente que la escuela pitagórica, considerada en conjunto, nos ofrece tres etapas o fases históricas.
La primera corresponde y se refiere a la vida y doctrina del mismo Pitágoras. La segunda etapa se refiere, no a los discípulos inmediatos y personales, por decirlo así, de Pitágoras, sino a los mediatos, o que florecieron muchos años después, como Filolao y Arquitas. En la tercera etapa están comprendidos todos los neo-pitagóricos que florecieron, ya antes, ya después de la era cristiana.
En orden a la primera fase, puede decirse que carecemos en absoluto de datos y documentos perfectamente auténticos. Aristóteles, a pesar de su exactitud, o, mejor dicho, a causa de su exactitud en citar las opiniones de los demás, expone con frecuencia las de lospitagóricos, pero en ninguna parte afirma que pertenezcan verdaderamente a Pitágoras, ni expone la doctrina propia de éste; lo cual parece indicar que el Estagirita no estaba seguro de que las opiniones y teorías pitagóricas, corrientes en su tiempo, pertenecieran de hecho al fundador de la escuela.
Con respecto a la segunda y tercera fase de la escuela pitagórica, abundan los documentos más o menos auténticos para conocer las opiniones de los representantes respectivos de las mismas, pero sobrecargados y mezclados con multitud de leyendas y tradiciones fabulosas, referentes a Pitágoras y su doctrina. Así es que, como observa Zeller, la tradición acerca del sistema pitagórico y su fundador, crece en detalles a medida que se aleja de la época primitiva a que se refieren; y, por el contrario, a medida que nos acercamos a la época del origen del pitagorismo, la tradición y los detalles enmudecen más y más (4), hasta desaparecer casi por completo.

La oscuridad y dudas que reinan acerca de Pitágoras, reinan igualmente acerca de sus discípulos. Ante todo, conviene advertir que hay muchos que, llevando el nombre depitagóricos, no deben ni pueden ser contados entre los discípulos de Pitágoras como filósofo. En los últimos siglos del paganismo greco-romano y en los primeros del Cristianismo, aparecieron en escena no pocos de los apellidados filósofos pitagóricos, los cuales apenas tenían de tales más que el nombre. Amalgamando algunas ideas vagas y algunas tradiciones más o menos legendarias de su escuela y de las antiguas asociaciones pitagóricas, con mitos orientales, con los misterios e iniciaciones de las divinidades paganas, con la magia y operaciones cabalísticas, se presentaban al pueblo, cuya credulidad y superstición explotaban, como poseedores de una ciencia oculta, misteriosa y divina, que de todo tenía menos de filosófica, toda vez que, en lugar de especulaciones y máximas científicas, sólo poseían y hacían alarde de fórmulas cabalísticas, operaciones mágicas y comunicaciones teúrgicas. Además de otros nombres menos conocidos, basta citar, como tipos de esta clase de pitagóricos, los de Sotión de Alejandría, Euxeuo de Heráclea, Apolonio de Tyana yAnaxilao de Larisa.
Dejando a un lado estos discípulos espúreos de Pitágoras, y concretándonos a los que difundieron y conservaron con mayor o menor pureza el espíritu y las tradiciones científicas del filósofo de Samos, diremos, con Ritter, que la tradición relativa a los filósofos pitagóricos sólo hacia los tiempos de Sócrates adquiere algún grado de certeza histórica. «Esta certeza, añade el citado historiador de la Filosofía (2), se refiere particularmente a cuatro o cinco hombres, que son FilolaoLysisCliniasEurites y Arquitas. Aristóteles habla de tres de éstos, de Filolao, Eurites y Arquitas; la existencia del primero y la del tercero se halla reconocida en la historia de una manera indudable. En orden a Lysis, sabemos que vivió en Tebas y que fue maestro de Epaminondas; y si lo que se dice acerca de Clinias no es muy cierto, al menos es bastante verosímil.
»Acerca de la época en que vivían estos filósofos, se puede decir que Filolao en Tebas fue el maestro de Sinmias y Cebes, antes que éstos fueran a Atenas a oír las lecciones de Sócrates; que Lysis, poco tiempo después, fue maestro de Epaminondas, y que Arquitas fue contemporáneo de Dionisio el Joven y de Platón. La época en que vivieron los otros se determina por estos datos, puesto que todos tuvieron relaciones entre sí. Hasta me inclino a conceder algún crédito a la tradición que nos dice que Filolao, Clinias, Eurite y también otros, fueron discípulos de Aresas, que había aprendido la Filosofía pitagórica en Italia. En armonía con esta opinión, sería necesario decir que la cultura de la doctrina que llamamos pitagórica, entraña mayor antigüedad, sin que por eso se deba negar que los primeros rudimentos de esta Filosofía habían existido antes de Aresas en el instituto pitagórico. De todos modos, esta Filosofía no nos es conocida sino en el estado en que nos la transmitieron Filolao, Eurite y Arquitas, porque aunque existe un fragmento bajo el nombre de Aresas, su contenido no debe reputarse auténtico.»
«Por otra parte, añade el historiador alemán, Aresas tampoco se dice que haya escrito cosa alguna: hay más aún; existe una antigua tradición, que parece bastante fundada, según la cual, los primeros que publicaron escritos referentes a la Filosofía pitagórica fueron Filolao y sus contemporáneos. De los cinco filósofos arriba mencionados, parece que Lysis y Clinias no escribieron nada para el público.... Por el contrario, de Filolao poseemos algunos fragmentos cuya autenticidad demostró Bœckh. Tampoco puede ponerse en duda que Arquitas dejó muchas obras, por mas que se le hayan atribuido otras que no le pertenecen.»
Además de los cinco pitagóricos aquí citados por Ritter, florecieron después Xenófilode Tracia, FantónDiocles y Polymnasto, cuya patria parece haber sido Phlionte.
Aunque Ritter parece excluir del número de los discípulos de Pitágoras y su escuela aOcelo de Lucania y Timeo de Locres, otros historiadores respetables, y entre ellos Ueberweg, los enumeran entre los partidarios y representantes de la escuela pitagórica (3), añadiendo también los nombres de HipasoHipodamoEpicarmo y algunos otros adeptos más o menos fieles de la doctrina pitagórica.
De lo dicho hasta aquí se desprende que las noticias referentes a los discípulos y representantes genuinos de la escuela pitagórica, no son menos obscuras e inciertas que las que se refieren a la vida del mismo Pitágoras y a la autenticidad de su doctrina; y se desprende igualmente que la escuela pitagórica, considerada en conjunto, nos ofrece tres etapas o fases históricas.
La primera corresponde y se refiere a la vida y doctrina del mismo Pitágoras. La segunda etapa se refiere, no a los discípulos inmediatos y personales, por decirlo así, de Pitágoras, sino a los mediatos, o que florecieron muchos años después, como Filolao y Arquitas. En la tercera etapa están comprendidos todos los neo-pitagóricos que florecieron, ya antes, ya después de la era cristiana.
En orden a la primera fase, puede decirse que carecemos en absoluto de datos y documentos perfectamente auténticos. Aristóteles, a pesar de su exactitud, o, mejor dicho, a causa de su exactitud en citar las opiniones de los demás, expone con frecuencia las de lospitagóricos, pero en ninguna parte afirma que pertenezcan verdaderamente a Pitágoras, ni expone la doctrina propia de éste; lo cual parece indicar que el Estagirita no estaba seguro de que las opiniones y teorías pitagóricas, corrientes en su tiempo, pertenecieran de hecho al fundador de la escuela.
Con respecto a la segunda y tercera fase de la escuela pitagórica, abundan los documentos más o menos auténticos para conocer las opiniones de los representantes respectivos de las mismas, pero sobrecargados y mezclados con multitud de leyendas y tradiciones fabulosas, referentes a Pitágoras y su doctrina. Así es que, como observa Zeller, la tradición acerca del sistema pitagórico y su fundador, crece en detalles a medida que se aleja de la época primitiva a que se refieren; y, por el contrario, a medida que nos acercamos a la época del origen del pitagorismo, la tradición y los detalles enmudecen más y más (4), hasta desaparecer casi por completo.

DOCTRINA DE LOS PITAGÓRICOS

Los que llevaron y llevan hoy, escribe Aristóteles (5), el nombre de pitagóricos, siendo a la vez los primeros que cultivaron las matemáticas, dieron a éstas la preferencia sobre todas las cosas, y, embebidos en estas especulaciones, pensaron que los principios matemáticos eran también los principios de todas las cosas.»
Estas palabras del filósofo de Estagira, cuyo testimonio es de gran peso en esta materia, como siempre que se trata de conocer la doctrina de los antiguos filósofos, descubren y expresan a la vez el carácter fundamental de la escuela pitagórica, carácter que consiste precisamente en la exageración de la importancia de las ciencias matemáticas y en la aplicación forzada e irracional de los principios y fórmulas matemáticas a todos los órdenes del ser y del conocer. De aquí el principio fundamental de esta escuela: Los números son los principios y la esencia de las cosas; y de aquí también la tendencia y empeño en explicar el origen, esencia y propiedades de las cosas, por el origen, esencia y propiedades del número y de la cantidad. Véase, en prueba, el siguiente resumen de la doctrina pitagórica:



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